24 de abril de 2014

Empecemos. Sin miedo.



Nueva historia

Nueva vida


Déjame que te cuente algo, cómo la vida da vueltas y marea. Cómo a veces no hacen falta meses para sentirlo, sino instantes. Cómo de pronto alguien apareció a (re)construirme sonrisas en todo lo llorado. Cómo alguien vuelve a pararse en mis ruinas y en vez de contemplarlas sin sentir nada, decide reconstruirlas a base de buenos momentos y detalles que te hacen ver que eres especial. Y, cuando más lo temía, su voz vuelve a hacerme temblar sin entenderlo. Marca la diferencia y rompe los esquemas que tenía, hace tiempo, muy seguros conmigo. Su mirada saca ese nerviosismo que toda persona ansía sentir y convierte las horas en minutos sin siquiera saber cómo lo hace. Las dudas comienzan al querer entender qué es lo que sentimos. Qué hay detrás de hacerse los locos. Pero ya lo sabemos. Todo. Y nos acercamos. Me besa la frente y se resiste a mis labios. Me roza y tiembla. Temblamos. Nos paramos. Su corazón late con rapidez cuando decido reposar mi cabeza en él y en ese momento sé lo que dice sin querer decir nada. Un susurro puede traspasar el silencio. Un abrazo nos hace ver más allá y nuestros dedos, entrelazados, nos aseguran un presente que estamos dispuestos a construir. Y me hace sentir de nuevo, me hace creer que es él a quien merecía esperar y quien quería ofrecerme un paraguas para que la lluvia dejara de calar mis huesos y, sin darnos cuenta, ya había salido de allí. La lluvia había cesado después de tanto vivir y así conseguí ver su sonrisa bajo la luz del Sol que me cegaba y me hacía devolverle una sonrisa sincera que llenaba cada parte que tenía miedo de volver a ser la chica que aprende a querer sin querer. Y no me importó nada más. Hacía meses que todo había cambiado en mi manera de sentir y me había hecho creer que nada bueno me esperaba, que el tiempo no me iba a traer a alguien a mi vida que me diera todo lo que me faltaba, todo lo que necesitaba. Me resignaba al ser dura de cabeza y corazón, pero vino y me hizo ver que si tenía ojos para él, mi pasado ya había sido superado por completo y había conseguido barrer las cenizas de un amor anterior. Y no pienso arrepentirme de nada. Me gusta demasiado como para asumir las consecuencias de todo lo que vivamos. Nos toca vivir. A ti. A mí.


Por bonitas casualidades de la vida apareciste tú.
Si me equivoco o no, no quiero saberlo.
Pero quiero sentir, contigo, mis días.
O empezar. Y dejarme llevar.


7 de abril de 2014

Echando tierra encima de cada ceniza que una vez fue sonrisa.

Eso cuentan. 
O eso creo recordar.

Supongo que lo que le pasa a la gente, en ocasiones, es que dejan de valorar cada cosa que hiciste por ellos cuando todo iba genial y cuando, de pronto, todo empezó a empeorar y sentían que el mundo se les venía abajo. Dejan de lado todo aquello que hiciste por ellos. Todo lo que te desviviste por ellos. Y te tratan como una mierda cuando vuelven a estar bien con sus vidas mientras acaban olvidando todo, ya sea de golpe o poco a poco. Mientras te acaban olvidado a ti junto con todo lo que compartisteis. Mientras acaban olvidando que tú una vez fuiste la razón de mil sonrisas solo porque ya saben sonreír sin ti y junto a otra persona. Junto a otras personas.

Qué triste. Me da pena la gente así. 
Qué poco saben de la vida. 
Qué poco saben vivir.

Y, sin embargo, la suerte les sonreirá, porque la vida es así de extraña. Porque la vida es así de injusta. Porque la “justicia poética” no actúa como es debido. Porque la vida es así. Y serán felices, a su manera. Con esa clase de felicidad que nunca te llena del todo. Esa felicidad a la que siempre le falta un pequeño hueco imposible de llenar. Sinceramente, ojalá no comprendáis esa clase de felicidad. Ojalá no. 
Te deja unas ganas insatisfechas. 

Una sonrisa que no acaba de hacerte sentir.

Pese a todo, seguirán pasando los días, inquebrantables, e irán dejando de lado a cada persona que nunca les iba a defraudar. Cada persona que nunca les iba a dejar caer. Cada persona que solo intentaba hacer de sus días algo mejor. Cada persona dispuesta a salvarles cada vez que hiciera falta. Cada persona que sí sabe estar ahí, en las buenas, en las malas. Siempre. Porque no todos saben qué implica. Porque no todos saben cumplir su palabra. Yo, por suerte, sí. Y creo que es de lo que estoy más orgullosa de mí.

Y, mientras ellos se dedican a echar tierra encima de recuerdos y buenas intenciones, yo me dedicaré a apreciar cada momento. Siempre valorándolo en su justa medida. Siempre recordando qué había tras todo ese montón de excusas, borderías y toda esa "mierda" que vino después. Que nos inundó después. Y no por mí. Porque yo siempre estuve dispuesta a hacer las cosas bien. Siempre. Pero bueno, qué más te da. Qué más os da.

Y así es la vida. Y así pasarán los días. Y así cesarán las ganas. Y así empezaré de nuevo. Y así viviré haciendo que cada día cuente. Y así seguiré cumpliendo cada promesa. Y así daré sentido a cada palabra que, al final, quiebre mi voz. Y así sonreiré con esa clase de sonrisa que sí te llena del todo. Y así dejaré atrás aquellas lágrimas. Y así volveré sobre mis pasos. 

Y así, seguramente, me volveré a equivocar.

Pero merecerá la pena. Durante el tiempo que así lo desee.

Y así...
Tal vez...
Me iré sin decir cuándo o porqué.
Simplemente porque es inútil seguir.
Porque es mucho tiempo y yo ya me cansé.


Y aquí me ves hablando en plural sobre lo que la gente ha hecho conmigo cuando podrías leer, entre líneas, que vuelvo a hablar de ti. De lo que hiciste. De lo que me hiciste. De lo que sigues haciendo.
Pero quizás esto es una carta.
De despedida.

Nuestra despedida.