30 de marzo de 2014

20 primaveras


Borrón y sonrisa nueva

Aunque sea difícil de creer, estoy bien. Increíblemente bien. 
Hasta a mí me parece algo, un tanto, surrealista.

Me veo un poquito más capaz de aguantar cualquier cosa que venga. Quizás es lo típico, te haces más "fuerte" a base de palos, de decepciones y un largo etcétera; qué os voy a contar que no sepáis. 

He aprendido muchísimo de todo esto, de todos estos meses, de aquella que entonces era, de mí, de las personas, de los sentimientos, de la vida. Y me atrevería a decir que incluso del tiempo y de cómo cambia las cosas.
Todo eso lo tenía aprendido desde hace mucho, tendría tanto que contar, pero, sin embargo, ha sido ahora cuando más me he dado cuenta de ello. Cuando, quizás, más lo he sentido.

En definitiva, las palabras se quedan ancladas en un momento, en un instante, en una excusa, tal vez, y no, no regresan. Ni falta que hace. No voy a lamentarme, sencillamente es así. Para cada uno tiene una importancia relativa. Para mí, bueno, quien me conoce lo sabe y con eso me es suficiente.

Y fíjate tú que, pese a lo que ha ocurrido, me siento de maravilla conmigo misma. Por todo, absolutamente todo lo que hice desde aquel día hasta hoy y seguramente lo que vendrá a partir de aquí. Porque sí.

Y, como final, algo sencillo. Breve. Directo.

Justicia poética.

29 de marzo de 2014

Comprensión retroactiva



Quizás en aquel día deberías haber dicho todo lo que callaste por miedo a que desapareciera aun sintiendo muy dentro de ti que no iba a tener valor de regresar, quizás deberías haber dicho mil cosas hasta desahogar la ira que provocó en ti, la decepción que sentiste al ver que las palabras se las llevó la marea y aquella brisa de invierno, el daño que te hizo al reabrir cada cicatriz que curaste con sal, las ganas consumidas, las promesas incumplidas; todo. Hasta quedarte vacía. Hasta sentir que no hay necesidad de volver a cruzar una palabra más sobre aquello. Hasta sentir que la historia quedó suspendida en momentos de felicidad y una curiosa esperanza. Hasta sentir, quizás, que aquellos meses en los que habías dado todo, tendrían siempre algún sentido. 



Y, no te lo niego, tal vez sus formas no fueron las más indicadas, tal vez no hay perdón, tal vez tampoco rencor. Tal vez ni siquiera importa ya y en pocos días has conseguido abrir los ojos y darte cuenta de todo lo que siempre quisiste obviar, todo aquello que estaba ahí, delante, esperando en silencio a que te dieras inesperadamente esa clase de golpe que te devuelve toda la razón que perdiste en una sonrisa, en una mirada, en caricias, en silencios, en esa dichosa complicidad, en un sentimiento. Aquella razón que te dedicaste a perder en una sola persona. Tal vez esperaba pacientemente a que vieras que desde hace tiempo tan solo tú te quedaste anclada en palabras que sonaban demasiado bien para ser verdad y, solo entonces, decidiste renunciar. Decidiste tragar todas las palabras que podrían haber quemado cada ruina que quedara en pie y te conformaste con un simple:


"Se feliz y ojalá te sepan querer y dar lo que yo no pude".


Sonreíste.
Decidiste irte.
Y nadie supo nada más.

21 de marzo de 2014

Últimas palabras para ti


Ayer, 20 de marzo comencé una nueva etapa en mi vida. El mundo laboral sin el apoyo y los ánimos de Él. Ese mismo día, a las pocas horas de regresar a casa algo pasó. Algo acabó rompiéndose del todo. Se esfumó todo. De golpe.

Él me dijo que en su vida ya había otra persona. Ya no era yo. Ya no había absolutamente nada. Ya no me dedicaba a mí mil palabras y pensamientos. Ya no era yo su "todo". Se acabó. Mi corazón dio un vuelco y aunque no me creáis sentí cómo se abrieron cada una de las heridas que tenía. Mil pedazos cayeron al suelo. Se desangró. Pero todo eso ya lo sabía, hace meses. Solo que siempre me resigné a reconocer que ya no había nada, ni siquiera por mi parte. Solo había daño.

¿Cuánto lloré? ¿Cuánto grité? ¿Cuánto odié cada palabra? 

¿Sabéis? Le eché cosas en cara, aquellos "espérame", aquellos "aguanta que te recuperaré aunque me cueste", aquellos "ahora no soy capaz, dame tiempo". Le di todo cuanto pude, cuanto quise, cuanto veía capaz y... No sirvió.

Tras todo aquello, le dije que fuera feliz, que se cuidara y creyó que desaparecería de su vida y, en aquel momento se lo negué. Quería que siguiera siendo una parte importante en mi vida pero... No soy capaz. Pretende que sea su "amiga" pero incluso Él sabe que eso es muy egoísta. No, imposible. No se me da bien. 

Me prometí a mí misma que pararía toda esta historia cuando hubiera alguien en su vida y... Así es. No he necesitado pasar página, esta vez la hemos quemado los dos.

Pero hasta aquí llega todo. Lloré durante casi toda la noche, hasta caer rendida y amanecí igual por lo que le dije que necesitaba mi tiempo, no podía estar ahí, me había hundido toda esa idea. Quería que fuera feliz desde el fondo de mi corazón, porque siempre fue bien cuando estuvo a mi lado aunque luego todo se volviera catastrófico por lo que, por todo ese tiempo, pienso que se merece ser feliz. Volveremos a encontrarnos, quizás, cuando mis heridas las cure otra persona.

Le deseo lo mejor, que le sepan cuidar y querer como yo hice desde el principio.
Pero aquí acaba todo. Aquí se acaba nuestra historia. 

Sé feliz, pero esta vez sin mí

1 de marzo de 2014

Odio y amor. Nosotros


Nuestra historia ya había comenzado cuando el primer “te odio” salió de mis labios. Ese odio a cómo me hacías sentir. Ese miedo a cómo me hacías feliz, a esa manera de hacerme vivir.


Tú, inocente o no, no tardaste en decirme “Pues del odio al amor solo hay un paso, valiente” Qué ingenuo. Aquel “Te odio” guardaba un sencillo, y a la vez temido, “Te quiero”.


Solo hicieron falta 180 días conociéndonos en la distancia y una pequeña locura de viajar donde vivías para que aquellas palabras fueran pronunciadas. ¿Quién comenzó? Tú.

Fuiste el primero en abrazarme mientras lloraba aquel 20 de Agosto y me aseguraste que lo nuestro no serían tan solo aquellos 8 maravillosos días que vivimos juntos en tu casa, en tu cama, en nuestros labios, en nuestros cuerpos. No sería tan solo eso y me dijiste que todo iría bien. Creo que fue la primera vez que sentí que sería verdad. Solo por ti. ¿Qué vino después? Un “Te quiero”. Tus labios fueron testigos de aquellas palabras y del beso tan sincero que vino después. Era una noche increíble de verano, éramos solo tú y yo y ya, entonces, nos empezó a sobrar mundo.

Fue allí, en aquel momento, donde temí lo que el tiempo traería consigo. Pero qué más daba, qué importaba. Estábamos juntos.

Aquella misma noche, unas horas después, mientras me aferraba a tu cuello te susurré: “No sé si es demasiado pronto o no, pero te quiero, y es lo más seguro que he tenido nunca en mi vida”. Y me callaste a besos.

Ese susurro, ese dichoso susurro fue un golpe demasiado fuerte para mí. La coraza en la que había protegido mi corazón se quebró. Aquel “Te quiero” que oí de tus labios me dejó expuesta por completo a ti. Te dejé ver todo mi caos, te di las llaves de mi pequeño mundo (o quizás ya hacía tiempo que te habías colado tú solo) y reconstruiste cada ruina a base de besos y sonrisas que parecían no tener fin. Y tú, sí, tú, me diste la oportunidad de ser yo quien te salvara de ti mismo y me convertí en “tu pequeño mundo”, “tu pequeña felicidad”, “tu vida”.

En aquellos días no necesitábamos nada más y esperé, me prometiste, me aseguraste y creí que nunca te irías de mi lado. Que siempre estarías ahí para mí.

Hoy te escribo 283 días después de que te marcharas de aquella manera tan inesperada, prometiéndome volver, prometiendo que me recuperarías y yo te prometí esperarte, seguir ahí cada día. Y yo, al menos, así lo hice,

Hoy te escribo aun sabiendo que jamás volverán esos días, nuestros días. Hoy te escribo aun sabiendo que tus labios ya son de otra. Hoy te escribo sin saber cómo o por qué, pero te escribo como tan solo a ti sé.



Quizás nunca fue pronto para decir “Te quiero”.

Quizás no es tarde para escribir “Te odio”.

Tan solo es un paso.

Tan solo es un fin.

Valiente.